Apuntes
y esbozos variados
Bien
difícil resulta ni siquiera esbozar algunas referencias sobre
uno mismo, y aun más cuando como navegante viejo ahíto de océanos
y sales y mareas, ha logrado asumir que lo importante en la
navegación hacia Itaca es precisamente el navegar y no lo que
las aguas o espejos nos reflejen.
Y
nunca un naufrago o un marino, que logra arribar a playas
calidas o aprende
a catar la alegría al atender las
estrellas compañeras y las distantes, sabe
decir de si mismo, sabe decir de otra cosa que las canciones
viejas, que los
brindis o los bailes telúricos en distantes tierras
En fin.. que mejor es que hablen los demás.
Exposición
de motivos nebulosos
Porque
entiendo que la poesía existe, como existe la brisa, como
existen las fuentes. y
lo ideal para un poema - especialmente de amor - es que cumpla
su destino que no es otro que el ser leído por unos labios
amigos, que el ser susurrado al oído de la persona amada.
Porque
estamos asqueados por los poderosos disfrazados de telediarios
y medios de comunicación, que saben apostar por guerras e
invasiones camuflando intereses espúreos, y porque al tiempo
pensamos que la poesía, la literatura, la música, cualquier
arte es una forma de contravenir las asquerosas pretensiones
de quienes buscan aniquilar lo que las gentes desean, que no
es otra cosa que vivir, que respirar, que disfrutar desde la
libertad en su mas genérico sentido.
Porque
a pesar de todo, un poema, un canto, un baile, la más minúscula
creación aun siendo una artesanal cerámica, representa
siempre un triunfo ante los hombres grises que nos pretende
agrisar. Y porque
asimismo es cierto que un pequeño grano de arena es capaz de
detener el más imponente
engranaje.
Así
pues, a impulsos soñadores, vamos navegando...
Cuando
"el premio Marcha"
Habiendo
vivido, por la diáspora de tantos gallegos hacia tierras
latinoamericanas ante una España arrasada por un franquismo
de posguerra, en
Latinoamérica, como jovencillo imberbe, feliz e
indocumentado, tras haber ganado el premio de relatos del periódico
"El Popular", en Uruguay, tuve la osadía de
presentar una novela breve al certamen internacional que
organizaba el Semanario "Marcha", que era por
aquellas épocas una referente socio cultural de Latinoamérica.
Y
como a veces la suerte nos da un
beso en la boca, según palabras de Serrat, en el 72
logré el primer premio, con un jurado del que el maestro
Onetti formaba parte. El escritor me recibió años mas tarde
en su casa de Madrid, tendido en su mundo que era su cama, el
impenitente cigarro en la comisura de los labios y el vaso de
güisqui de calidad en la mesilla de noche., y departimos
amistosamente durante una tarde entrañable.
La
epoca de los 70, en Latinoamérica era también la época en
que los intelectuales, - cuando
esa palabra tenia connotaciones a pie de calle y no
necesariamente elitista - ante
el avance de las dictaduras militares incipientes,
nos montábamos en camiones y nos dedicábamos a llevar
nuestras obras, ideas y entusiasmo a fabricas, al campo donde
los jornaleros daban ejemplo de capacidad de resistencia...
era la época del denominado "Frente Amplio", en
Uruguay, con nombres comprometidos como Daniel Viglietti,
Mario Benedetti, Alfredo Zitarrosa y la gente de teatro, y del
rock y de la literatura...
Todos
estos viajes nada turísticos, estaban combinados con estudios
de Exactas, de Ingeniería, de Cine y de Periodismo, que para
todo daba el tiempo de la vida vivida.
Pero
las dictaduras uruguaya, argentina, chilena, con su ruido
grisaceo de sables y de botas militares, lograron sus negros
objetivos, de la mano de los negros personajes como
Kissinger y sus títeres locales, por poner un ejemplo,
o entidades camufladas variadas que llevaban localmente la política
planificada desde los poderes fácticos de los Estados Unidos.
Eduardo Galeano lo dejo muy bien explicitado en su clásico
"Las venas abiertas de América Latina".
En
ese mismo 72, tras conocer los entresijos de una cárcel
cuartelera, llegó el regreso a una España donde un dictador
y sus adlateres campaban en la preparación de las
"ataduras" sociales para que todo quedase
"atado y bien atado". Una dictadura que en sus últimos
coletazos, como hacen los monstruos,
golpea sangrantemente a quien intenta salirse del
carril.
Y
como las malas mañas de la preocupación social estaban más
que adquiridas, una vez en suelo hispano, llegó el integrarme
entre los artistas que estaban implicados en llevar la
democracia a la calle, a los barrios. Gentes como Luis Pastor,
Aute, Miguel Rios o Víctor Manuel y Ana, todos junto a tantos
y tantos dirigentes vecinales, curas obreros, etc.. Epoca en
que en locales parroquiales, en salas juveniles o en estadios
se lograba conjuntar recitales de cantautores y poemas,
Letras y poesía que eran previamente
"autorizados" por
una censura. El
truco era más que fácil (relativamente) porque lo que se
cantaba y lo que se recitaba no necesariamente coincidía con
lo "autorizado".
Así
nació el primer poemario en España: Era un librito en tamaño
de octavilla y para más inri de tapas rojas, color que
causaba cierta alergia a los representantes del establishmen
franquista. Y evidentemente un poemario de contenido social,
de rabia plasmada ante tanta injusticia quemando las retinas.
El
prologo que preparó mi tio, Eduardo Blanco Amor, fue el que
transcribo en las líneas siguientes. Lo más curioso es que
muchos años después la imagen del autor de los poemas continúa
siendo valida.
Prólogo
de “Quemar las naves”
"Tengo
noticias de este Cástor que te presento, desde otro que era
mi hermano y de un su hijo del
mismo nombre con el cual éste es el tercero, y por
tanto - oh - mi sobrino nieto; todos nacidos en mi obispado y
provincia, aunque tempranamente esparcidos por varios mapas,
siendo el que suscribe el primer tránsfuga que huyó
escaldado de los beneficios habituales en las patrias
clasistas, que lo son casi todas, aun no pareciéndolo.
Espero
que una sangre tan esparcida en tiempo y espacio no traiga gérmenes
de soborno emocional a la hora de juzgar la peste literaria
latente o patente que opera en mi casta y familia, y que
rebrota ahora con bríos nuevos, instalados no solo en otra
geografía, sino en otras zonas del pensar y del sentir mas
vigentes y dramáticas del vicio narcisista del "yo"
personal o familiar, con sus floripondios y descarríos
perdularios. Esta vez se trata del amor al prójimo, al próximo,
hombro con hombro, que viene se ser hombre con hombre, en los
sucesivos aquí y ahora de este amor, con sus portavoces y
repartidores concretos, con sus nombres, apellidos y motes, y
con sus goces y sufrimientos sin premios ni castigo
ultraterreno,
A
éste Cástor lo vi por primera vez aun siendo casi nada:
llegando, naturalmente cagón, meón y "ay, que
rico" con sus padres, como yo, emigrantes; el padre
guerrero a la fuerza, que no quiso quedarse a usufructuar los
dones del imperio, y llegaba, aun puteando, a un Montevideo
ancho de brazos, rico de corazón, sin tener todos tres (la
madre maestra) donde caerse vivos, como todos los emigrantes,
que sino, no emigrarían, digo yo...
Lo
recupero ahora, veinte años después, un metro ochenta,
experto en matemáticas, oficiales y de las otras, en karate,
en hazañas líricas, milmañas prodigioso que van desde
inventar una clandestina instalación
que rebaja la soberbia de los kilovatios, de arreglador
de toda cosa mecánicamente creada y mecánicamente escoñada
o construir un auto, que anduvo, con inverosímiles despojos,
hasta aclimatar peces casi totalmente producto de la poesía y
la electrónica. Con todo ese mundo convirtió un piso donde
no cabe casi nada y casi nadie,
allá por los extrarradios madrileños, en un lugar fáustico
y extensible como un acordeón de cuatro dimensiones, para
albergar, además de los padres recobrados y de los peces
inventados, a todo bicho viviente (bípedo) que llegue de los
países del Plata con obras que exponer, con trabajo que
buscar o con aventuras que vivir.
La
primera noticia que tuve de que estaba acometido por la
susodicha peste familiar fue la ganancia de un premio
internacional uruguayo. "El cartero" relato por lo
menos escalofriante (y mas diría si no fuera por el
parentesco y su decentísima resistencia a los elogios
condicionados), discernido por un tribunal de jóvenes
severos, presididos por el gran novelista Onetti.
Bien,
en 1973 o así me llegó el sobrinazo. Nos juntamos en
la Ciudad. La
Ciudad, cuando hablo de España, es para mi Barcelona, sin que
nadie piense en separatismos y otros folclores retoricistas o
policiales. Legaba, tan empapado, transido, precozmente
protagonizado, en carne viva, desde una América en ascuas,
que andaba a mi vera por las relucientes calles con en estado
de levitación. Lo llevé a ver el gótico nocturno, y como si
nada. Lo llevé a conferencias y exposiciones, y como en la
luna. Le insinué la natural conveniencia y sanidad de
descargarse de la pesantez de la hombría, y mas a sus años y
con veinte días de navegación (yo no tenia a mano mas que a
las pobres chicas sureñas de la calle Tapias y colindantes),
y me miró con violenta amonestación, apenas reprimida por la
naciente amistad, como si él fuera el viejo y yo el chico.
Pronto
supe el porque de aquellas flotaciones y desasimientos, casi
sin hablar. Me sobrevinieron leyendo sus versos y advirtiendo
su natural desajuste con el nuevo medio y su inverosimilitud,
mas bien sofocante por anodino. No te digo nada de ellos, pues
tú vas a leer algunos.
El
muchacho llegaba de una inevitable, inacabable y molestisima
paz, desde una de las luchas mas bellas y legitimas, a la par
que duras y sórdidas, de cuantas ocurrieron en nuestra América,
casi todas escamoteadas, robadas, sofocadas, sobornadas y
soterradas, bajo los cuajarones de la sangre joven, de la
sangre alucinada, derrotada y, pese a todo, incorrupta y
vencedora, y no solo salvada en la memoria y el resentimiento
creador de los pueblos, sino continuada en los que van
naciendo, creciendo en la tercera continuidad de los ensueños
y las dialécticas, desertores venturosos del esterilizante
"yo" y transfundidos en la responsabilidad del
"todos"
Cástor
vivió, convivió, la andrajosa, la celeste, la infinitamente
tierna epopeya, desde una adolescencia
universitaria. Y no fue que se lo contasen ni que se
redujese a "balconearla", como un espectáculo más.
Cástor vio sufrir, vio torturar, vio morir cuerpos y almas
apenas estrenados, de sus amigos y compañeros y quizás los
ayudó con algo más que versos y prosas.
Él
muchacho poeta que ya se anunciaba en su libro "Tiempo de
guerra" con una posición testimonial y coadyuvante,
reelabora y añade en este libro sus vivencias y ahonda en los
augurios y en la fe en la continuidad de la vida del hombre,
de su dignidad, de su libertad, o sea, de la tan denodadamente
apetecida continuidad.
Ahí
te quedas con él. Yo me voy muy contento de que, aun
queriendo tanto a este joven amigo, no le manché con la
alabanza gratuita ni con el baboseo pariental. No te lo adobé,
simplemente te lo describí por su querías haceros amigos.
Eduardo
Blanco Amor (Vigo,
marzo 1976)
Otras
gentes, otros ámbitos
Implicado
en el quehacer social de una incipiente democracia, los
avatares son anécdotas con el paso del tiempo. Y solo
mencionar los trabajos para llevar garbanzos a la olla, o el
"pulpiño" a los platos de madera, que el paladar no
está reñido con las circunstancias, antes bien al contrario.
Por
ejemplo, inevitables clases particulares de matemáticas o física,
o vender collares de coloridas cuentas
en el Rastro a turistas curiosas que viajaban en los
tempranos ochenta a España a beneficiarse del sol, de la
debilidad de la peseta frente al dólar y de los nativos,
aunque en este caso ha de decirse que el beneficio era mutuo,
lógicamente.
O
el ejercicio del periodismo en cadenas nacionales, en medios
locales y en diferentes revistas, algunas tan históricas en
la etapa de la transición como fue en su momento la querida
"Ozono". Aires nuevos para nuevas épocas.
También
la participación activa en proyectos de dinamizacion socio
cultural, como el desarrollo de talleres culturales en
cuarteles, abriendo espacios para la cultura y el arte de base
gestionados conjuntamente por mandos y reclutas. Toda una
experiencia en unas unidades militares que asimismo comenzaban
a asumir el proceso democrático que la sociedad impulsaba.
Pero
tras mencionar algunos premios de narrativa, corresponde
regresar al siguiente poemario, concebido con un especial mimo
porque implicó a uno de los más valiosos artistas plásticos
de nuestra tierra. El
querido e inefable Paco Pestana. Estamos en el 94.
Fue
Margot Montero, quien ante mi cuestión "necesito
contactar con un artista gallego que sepa interiorizar el
contenido poético del libro. Se trata de poemas de sexo, de
amor en definitiva en sus mas amplias texturas". Y a esta
admirada amiga debo el honor de que Paco fuese el creador de
la portada de "La esquina del Edén".
No
solo de la portada, que efectivamente sabe resumir en una
imagen el poemario al completo, sino que fue el prologuista cómplice
del mismo, Y mi agradecimiento a este irreverente maestro se
hace extensiva a las comidas compartidas, a los paseos por las
callejuelas y la muralla lucense, y a las charlas y a las
risas y las anécdotas que asimismo hemos disfrutado... Hasta
existe una foto en donde compartimos sendas sus rodillas, por
una parte mi hermosa ahijada pequeñaja aun y yo mismo. Que
mejor personaje para mecernos al tempo a dos admiradores de su
obra y espíritu.
Hay
una anécdota que atañe a "La esquina del Edén", y
es que los mandamases del Metro de Madrid - donde se había
contratado una campaña que implicaba unos carteles con la
portada del libro en los paneles de una docena de estaciones -
prohibieron la misma. Parece
ser que el dibujo de Paco era demasiado fuerte para los
bienpensantes responsables de la empresa de transporte público.
Las
denuncias inmediatamente planteadas contra la libertad de
expresión y atentado a la libertad artística, apoyadas con
numerosas firmas de creadores gallegos y de otras naciones de
la piel de toro, y la amenaza de una demanda en toda regla por
incumplimiento de contrato, dado que la campaña estaba
concertada con sus papeles
firmados, lograron
que los neocensores retrocediesen y durante un par de
meses los viajeros que pululan en los pasillos del subterráneo
pudieron apreciar el quehacer del artista.
Prólogo
de "La esquina del Edén"
El
sexo espera a la
paciencia en la otra esquina, la del Edén.
"Cuando
tu sexo cambie de semáforo, un poeta bimanco y letal te
recorrerá en francés y los dos recordaremos la historia con
la caña de la traca entre
las manos"
Hace
dos décadas, Cástor puso fronteras al tiempo con un librito
rojo, un devocionario de la memoria, lacerado por los
mandarines del poder. El asco, la rabia, la tragedia que
acogota la vida le hicieron quemar las naves y se dedicó a
emperrarse con los trampantojos de la vida, entreverándolos
con otros libros y poemas, en esa esquina, harto de prisas e
incrédulo ante tantas historias... ante sus ojos el Edén.
Según
su confesión, hizo recuento a la hora madura de la cuarentena
y como un mirón se sentó a ver el pasado. Como él dice de
azul y miel, digo yo de azul y hiel.
Trasladó
la corriente del deseo a la memoria de la capitulación,
porque para levantarse del fango hay que hacer del sexo una búsqueda
extremista de paroxismos, en una palabra, el ritual del
aniquilamiento por la pasión.
En
estos poemas se describe y engulle el recuerdo para vivir con
los rescoldos de la confesión, para que no se escapen la
belleza, el semen, los aullidos, para que el amor sea por un
instante una grosera y necesaria eternidad.
Las
imágenes se suceden aisladas, turbias en sus significados,
dando como resultado metáforas que aquí se corporeizan como
confesiones, de la mano a la boca, de la palabra a la hiel,
siempre bimanco y letal.
El
deseo es más grande y persistente que el amor porque nace a
solas y nos desbasta con fantasmas "totalitarios",
en arranques donde hablar no tiene sentido, la traducción
silenciosa en soledad de los gritos, la violencia arrasando
cualquier vestigio de normalidad.
Extremista
del cuerpo, porque la vida es una estafa, hace de la hembra en
su sexo la plegaria del nihilista... Mientras se jode, el
mundo no existe.
Cástor
dice que necesita dos vidas: una para amar; la otra para
reconstruir el amor. En la noche y en la urbe, con canciones y
poemas en alcohol. Es lo que es porque lo siente.
Algún
privilegiado, en cambio llegó a escribir con la verga tiesa,
atragantándose con los lirios rosas de fragancias inútiles.
El
paisaje después de la batalla pone las fuerzas en su sitio.
Aun a sabiendas de haber dejado parte de la piel en el
combate, no se reniega de nada. Como dijo el chileno a última
hora: "Confieso que he vivido"
Cuando
la paciencia espera al sexo en la otra esquina, estaremos en
el Edén
Hasta
que reviente el cuco.
Paco
Pestana. (Lugo, 1994)
Diez
años después: “Trópico de fuego y terciopelo”
Volviendo
al momento actual, entramos en la presente cosecha, diez años
después de la anterior.
Con
esa tendencia a mimar lo sembrado, en esta ocasión embarqué
(cosa normal en un metafórico navegante) a Margot Montero, mi
querida amiga, hermosa como una virgen renacentista plasmada
en cualquiera de los bellos y voluptuosos cuadros de la época,
para que realizase el pertinente prólogo con la inexcusable
condición de que fuese un "no prologo". Es decir,
que no fuese un texto laudatorio ni baboseantemente subjetivo
desde la amistad, sino que fuese como una especie de alfombra
suave de bienvenida a los poemas, un singular resumen de los
mismos. ¿Quién mas capacitada que ella para tal lógica
absurdez?
Y
para las ilustraciones, requería según mí entender, el
trabajo de un artista sutil, exquisito, que también plasmase
en imágenes el espíritu de los textos. Y las casualidades
hicieron que se cruzase en una singladura con Orestes, mitad
español mitad japonés, y con una especial sensibilidad
creadora. Sus
ilustraciones conjugan la delicadeza en todos los frentes:
desde la imagen a los colores. No en vano cada dibujo le llevó
más de dos meses de trabajo capa a capa.
Y
el diseño ha atendido tanto a la coherencia con esa sutileza
de colores como a la delicada elección de un papel que cuando
se pasan los dedos, por ejemplo en el ejercicio introspectivo
de leer, tiene una especial evocación de textura de piel de
melocotón, de terciopelo de alta calidad, es decir de fibra
densa.
De
los poemas no me corresponde hablar, lógicamente. En todo
caso, pondré palabras de otras personas, todas ellas
desconocidas, es decir no condicionadas, que es como debe de
ser. Solamente
insisto en la convicción de mi propia percepción: son versos
pensados para ser susurrados, de boca amante a oído, a piel
amado.
Y
en fin, nuevamente a la deriva, dejando recientemente atrás,
a la consideración de los ignotos y desconocidos amigos, que
no otra cosa son aquellos amables o críticos lectores que
asumen la frugal tarea de asomarse a este nuevo trabajo. Ojala
sean de los que saben susurrar al oído a su persona amada.
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